Hice lo mejor que pude para no extrañarte

Alejandra Carrillo
4 min readDec 28, 2018

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Ya sé que ya te vas. Empecé a sentirlo hace días cuando había más y más espacio entre las veces que recurrías a tocarme en la noche.

Supe desde el día cero que cada hora podía ser la última y aunque ya estaba cantado, mentiría si digo que no pienso en ti detrás del vidrio empañado del camión que me trae a casa porque no esperaba que sería tan apremiante la sensación de tu ausencia. Se espesa…

En estos tiempos raros he evitado llamarte cada que siento el impulso porque no tengo más pretextos que oír tu voz y eso a estas alturas ya no me parece un buen pretexto para hace nada.

Caminé diciéndome que no hay ninguna lógica para sentir que verte las manos en la mañana, haciendo café o dándole vueltas al cel en la mesa, me haría bien.

Intento entender los vacíos de esta historia sin pasado ni futuro. Entiendo lo absurdo de temer así. Y sé que si trato de llenar estos días tristes y fríos con el olor de tu piel, ese extraño olor, ese olor sólido, absolutamente cierto, ese que podría identificar dentro de cientos de miles de olores en la multitud que compra regalos en el centro, todo va a terminar peor de lo que se me ocurre —de verdad, qué invierno más extraño el de este año—.

Con todo, la última vez que te alejaste, te llamé. Nunca puedo resistir. Tu voz sonó igual. Como si estuvieras sonriendo detrás de la bocina mientras yo tomaba cervezas otra vez sola en la barra de un bar. Y respiré distinto. Porque siempre tengo miedo y solo me ayuda saber que todo está bien. Que todavía no te fuiste.

Pero claro, ya lo habías hecho.

¿Podrías culparme por querer prolongar la despedida? Mentí cuando dije que estaba lista para eso cada vez que terminamos de coger.

Hubiera querido detener el tiempo, más bien. Ahora mismo quisiera regresarlo a la madrugada en la que tiré a la basura mis planes porque quería estar contigo, y tomé el autobús en la madrugada de regreso a la ciudad y ahí estabas cuando llegué; querría detenerlo en esa mañana, en toda la semana que pasamos pegados como sanguijuelas uno al otro durante días enteros. Viajados y dichosos, sin cambiarnos de ropa. Sin tomar baños ni cepillarnos el cabello. Sin salir más que cuando era insoportable el hambre. Tan valiéndonos verga.

O a mí me valió. Me valió verga estar ahí hasta que se me hizo difícil cuando me pedías que regresara a mi casa. Parecía tan obvio que se sentiría mal en algún momento y aún así querría otro subidón de esos. Esos de los locos de remate. Volvería hacerlo a pesar de sentirme triste aquí ahorita.

Hace rato que bloqueo y desbloqueo el teléfono para no hacerlo. No quiero mandarte más mensajes. Ni decir que te extraño porque no quiero extrañar nada y no decírtelo de alguna manera lo hace más simple.

Pero cada que entra una notificación pienso que eres tú. Hace rato escuché un ruido similar al que hace el motor de tu coche afuera de mi casa y pensé que sería increíble que hubieras llegado, así sin avisar, por mí, porque también me extrañas.

Es delirante sentir que quieres tanto que alguien que hace un mes solo te parecía brillante y divertido, esté ahí, esperando en la banqueta. Es delirante saberlo también cuando el primer compromiso que se estableció fue que no dejaríamos pasar estas emociones que solo sirven para hacer daño.

No quería esto, te lo juro. Quería que te fueras de inmediato para hacer todo menos dramático. Es que yo lo hago dramático todo, hasta cuando te pones el pantalón para ir a mear. Hasta cuando te quitas el condón.

En fin. Mi pasta estará aquí en unos minutos y el teléfono no ha sonado.

Hay despedidas que se anuncian a sí mismas más de lo estrictamente necesario. Es obvio. No quiero saber si estás cogiendo con otras o si estarás distante hasta que en realidad tengas que irte del todo. No me importa romper con la ilusión de estar bien pese a todo, y ser amigos en el futuro y estar en paz con la distancia. Tengo que irme a la cama y lo haré gustosa hasta que se haya ido esta sensación de mis labios. Si llamas volveré a brincar de la cama en la madrugada como la primera vez, aunque tenga que trabajar mañana. Lo haré, sin duda.

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